Se sentaba a observarla. La admiraba, la apreciaba. Deseó tenerla con él. La distancia le hacía daño. No entendía, porque por más que extendiera sus manos, se alejaba, no la alcanzaba, no la poseía. Se negaba a él.
Ojos embelezados, ojos de pasión, intentaba traerla hacia si.
No entendía qué pasaba. Su corazón exultante solo veía por ella, solo vivía por ella. Se había enamorado de la luna.
Solo un loco, libre de ataduras sociales podría luchar por un amor asi.
Todas las noches salía a su encuentro, todas las noches le prodigaba palabras de amor, todas las noches soñó con hacerse de un trozo de ella para calmar su ardiente corazón. Un trozo, solo un trozo... para poder aplacar tanta pasión.
Una de esas tantas noches, que acompañaba a su amada, durmió profundamente y soñó que la encontraba. Una de esas noches, cuando menos lo esperó, la luna se transformó y en su amante se convirtió... una de esas noches, que tanto deseó en la luna él se instaló.
Todas las noches soñó con su amor, con tanta fuerza que en su interior hizo real tanta pasión. Un trozo de ella, él adquirió y de esa forma, aunque fuera solo en sueños, la acompañó.
Un amor imposible, que en sueños se concretó.
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